El israelí Sigalit Landau esculpe con la sal del Mar Muerto
Combate el estrés flotando
-La terapia de flotación la utilizan también deportistas e incluso artistas, ya que ayuda a estimular el lado creativo. Madrid, 30 marzo (Desirée Di Nitto / CERES TV) Esto que vemos es un tanque de flotación. Aquí solo hay que cerrar los ojos relajarse y flotar. A 700 litros de agua se añaden "350 kilos de sal, esto crea una densidad en el agua similar a la del Mar Muerto", apunta William Sackville, director de City Yoga. El aislamiento sensorial que se obtiene dentro del tanque es absoluto. Todos los músculos del cuerpo se relajan y, así la mente se equilibra: "el beneficio más importante es el de la relajación, en este ambiente donde no hay gravedad, ni peso, ni esfuerzo, el cuerpo puede relajarse", señala. La mayoría que acude a esta terapia "son personas con estrés", aunque la terapia de flotación ayuda a la recuperación de lesiones, insomnio e incluso para combatir el jet lag, "dicen que una hora flotando equivale a tres o cuatro horas de sueño". Aquí también acuden deportistas e incluso artistas, ya que "ayuda a estimular el lado creativo". Fuera estrés y ruidos durante 50 minutos que dura una sesión por un módico precio de 35 euros. © 2011 CERES TELEVISIÓN NOTICIAS [+info]: http://www.cerestv.info [e-mail]: noticias@cerestv.es Peticiones: Teléf.902-885.666 • Fax: 902.885.869
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Gran Canaria, la isla desbordada
Arguineguín (Gran Canaria), 18 oct (EFE), (Imagen: María Traspaderne).- Dos hileras de vallas amarillas marcan la frontera. A un lado, centenares de inmigrantes recuperan fuerzas en tiendas de lona de días en el mar que dejarán cicatriz. Al otro, voluntarios les dan comida y lanzan besos a través de las mascarillas, bajo la atenta mirada de los policías.
Cae la tarde, húmeda y calurosa, en el muelle de Arguineguín, una pequeña localidad al sur de Gran Canaria símbolo y testigo involuntaria de un fenómeno migratorio que desafía todos los pronósticos, desborda la red de acogida y tensa el debate social. Ya van 8.102 migrantes llegados a las costas canarias hasta el 15 de octubre, ocho veces más que a estas alturas en 2019. De ellos, unos 6.000 a Gran Canaria.
En el muelle están Abdo y otras 330 personas, que esperan días durmiendo sobre mantas en el asfalto hasta que los deriven a un hotel o a otro centro de acogida. Son el resultado del goteo constante de barcas, que se acelera cada año por estas fechas. Solo en 36 horas, el 9 de octubre y la noche del 10, llegaron 1.050 personas a la isla, una cifra nunca vista desde la crisis de los cayucos de 2006.
Después de pagar entre 1.500 y 2.000 euros, afirman ellos, ahora esperan en el muelle vestidos de "uniforme": pulsera verde con su número de filiación, chándal y deportivas negras, las que les dieron a su llegada tras desprenderse de capas de ropa manchada de sal, gasolina, sudor y más.
Abdo, marroquí de 23 años, no tuvo suerte y un viaje de dos días se convirtió en una semana de pesadilla. "Éramos 25 personas en la barca, sin comida, sin agua. Algunos estaban enfermos, cansados, como inconscientes", dice a Efe en un inglés básico y admite que, claro, tuvo miedo, a morir, porque "el mar no estaba bien y las olas eran muy altas".
1.000 KM DE MAR Y MUERTE
El de Abdo es el camino corto desde Marruecos, pero muchos, sobre todo desde agosto, llegan a Canarias desde Senegal, Mauritania o incluso Gambia a bordo de cayucos, enormes barcas multicolores que pueden llegar a alojar a 180 personas.
Costean al principio, hasta que cruzan en la zona más cercana a las islas y recorren distancias de más de 1.000 kilómetros en total. Es la vía más peligrosa de la llamada "frontera sur", mucho más que las mediterráneas, y deja a su paso muertos difíciles de contabilizar.
Desde Senegal, navegan unos diez días sentados sobre una tabla de madera sin poder mover un músculo, a riesgo de que la barca zozobre y alguien pueda caer a un mar que se lo tragaría irremediablemente. Sería un peso plomo de tres capas de ropa para combatir el frío que no se quitan ni para hacer sus necesidades.
Llegados a Arguineguín se encuentran con un semáforo invisible. El que marca la doble hilera de vallas y al que ha obligado la pandemia. La luz está roja del lado de los inmigrantes. Esperan sus PCR y no pueden mezclarse ni con los de otras pateras ni con los voluntarios, que solo están autorizados a entrar con un EPI. Cada patera o doVer video "Gran Canaria, la isla desbordada"